¿Quién es Ibarra Torres?, se
preguntarán los amables lectores de esta columna política, y les diré que es un
doctor, un médico militar pediatra, bueno como el pan, amigable, generoso y
buen amigo, y quien hace apenas unos diez años no tenía ni idea de lo que era la
política y su concentración diaria era la de atender a cientos de niños en el Hospital
Latino, y donde sin muchos esfuerzos tenía algunos ingresos mensuales de 60 mil
pesos.
Pero un buen día llegaron los amigos políticos sonsacadores, como su
compadre Javier Macedo Benítez, quien le contó maravillas del Partido de la
Revolución Democrática (PRD) y así, como no queriendo la cosa, ya estaba otro
día en una huerta del centro de la ciudad con el líder perredista moreliano
Uriel López Paredes, y sin más motivos que desmenuzar, había nacido un nuevo
prospecto de la política huetamense, y de la noche a la mañana dejó a medias la
pediatría para subir diversos puestos en el escalafón solaztequista.
Las buenas relaciones públicas de
Ibarra crecieron dentro del perredismo local, se expandió a lo regional y
estatal de tal forma que dado que a todos curaba gratis y daba consultas al
aire libre, llegó el momento en que su popularidad le permitió, en 2008, jugar por
la Presidencia Municipal, y vaya que logró su objetivo; sin embargo, aquella
larga noche del reconteo final y cuando el resultado le había sido favorable,
se fue a dormir sabiéndose presidente municipal, pero mientras tanto, la
ingeniería mapachera tricolor trabajó
como nunca, y en la madrugada se le informaba que siempre no gobernaría Huetamo.
Ibarra Torres tomó las cosas con calma, valoró los tiempos y las circunstancias
y dejó que las cosas siguieran su curso, mientras que por su capacidad en el
campo de la salud ocuparía una responsabilidad en la zona 03 de Zitácuaro,
desde donde empezó a tejer sus redes amistosas que abarcaban la zona fría y
caliente, y después vendría la diputación local y maduró en el Congreso, luego se
supo conducir con atingencia en los desastres de 2013 sobre los lodazales del
Balsas, de tal forma que poco a poco entretejió el camino político y social que
le propició buscar de nueva cuenta la Presidencia Municipal de Huetamo, misma que,
como todo mundo sabe, ganó en las urnas de manera contundente.
Ese es un breve perfil del doctor
Elías, el mismo que enfrentó con estoicismo una inmerecida guerra sucia, luego
superó sereno la muerte de su señor padre y vivió otra larga noche de recuento
de votos, pero ahora sí le sonreía la fortuna y el pueblo de Huetamo le brindó
su confianza. Por eso hoy, en la antesala del arribo al Palacio Municipal de
Huetamo, evento que será el día 1º de septiembre, de nueva cuenta se evocará ese
mes, el que cubrió de tristeza la región con el desbordamiento de las
corrientes del Balsas, y por eso reiteramos que no se borra de la mente de los
damnificados de aquella tormenta tropical Manuel
los duros días en que no nada más Ibarra Torres se batiera entre el fango y el
lodo, sino también la siempre bien recordada ex alcaldesa de Huetamo, Dalia Santana
Pineda, una mujer que se entregó a esa causa con abnegación y entereza sin
medir espacios ni fronteras a la hora de entregar apoyos y despensas, luego de
que la buena voluntad nacional enviara cientos de toneladas de víveres a los terracalentanos
en desgracia, donde apareció en la prensa tanto la figura de Santana Pineda
como la de Ibarra Torres dentro del agua, y esas imágenes quedaron impresas en
la memoria colectiva, de tal forma que con tales antecedentes todo mundo espera
que siga fija la buena voluntad del hombre, del médico militar, del pediatra,
del legislador, del amigo y paisano que es Elías Ibarra, luego de que el voto
le diera el triunfo que lo puso en camino a la Presidencia Municipal de
Huetamo, donde se le espera con impaciencia.
Ángel Ramírez Ortuño | Huetamo
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