En un Ayuntamiento como el de
Huetamo, el que a lo largo de los últimos 80 años había sido convertido un
auténtico botín de mafiosas alianzas políticas priistas, las que a su paso
dejaron en su negro historial decenas de cruces sobre la Avenida Madero, donde
cayeron muertos hombres cabales contrarios a los aviesos fines del eterno
partido en el poder, alcaldes, líderes agraristas y caciques, mientras que a
otros se les perdonaba la vida pero se les condenaba a la ignominia y el olvido
y venían al relevo todo tipo de personajes, de todos los niveles y posiciones sociales,
entre ellos algunos analfabetas, otros recomendados, hasta que llegó el tiempo
de afianzar el orgullo de la corona del PRI, que históricamente siempre ha sido
Huetamo,
y surgieron a partir de los años 70 nuevos alcaldes que se cocinaban
al vapor en el PRI, donde hubo liderazgos trascendentes que el tricolor les permitiría repetir una y
otra vez, como fue el caso de Adolfo Pérez Molina, y después de Arturo Acosta
Mora, quienes hicieron méritos suficientes para que por ahí se les recuerde en
el nombre de alguna calle.
Pero dentro de esa parafernalia
de imposiciones y recomendaciones de quienes deberían ser los siguientes
alcaldes priistas de Huetamo, hubo influencias familiares, imposiciones de
arriba, como lo fue el caso de la primera presidenta municipal que conoció
Huetamo, como lo fue la maestra García, en relevo de Juan Abraham, personaje de
ideas diferentes al tradicionalismo político empotrado en el poder de Huetamo,
hasta llegar al poder jóvenes universitarios, en especial doctores y
licenciados; sin embargo, el ritmo inclemente de pobreza sería el mismo, de tal
forma que mientras se abultaban sus cuentas bancarias, el Huetamo del siglo XX
permaneció con sus eternas calles de tierra, pésimos servicios municipales, una
constante corrupción que permitió la venta y concesión de varias calles negociadas
por la CTM, surgieron las bonitas fincas y ranchos de los abnegados alcaldes
institucionales y lo más inaudito de todo fue aquella absurda idea de iniciar
la sindicalización municipal con el ocaso del siglo XX, y de esa forma el PRI
empezó a formar un selecto grupo de parientes, amigos y simpatizantes del
partido en el poder para que así no hubiera problema de que se quedara sin
chamba el compadre, la novia, el guardaespaldas, el vecino; en fin, una
maquiavélica jugada que se tomó como una genial aportación del priismo de
Huetamo a la posteridad de los tiempos. Y así se le ocurriría al siguiente
presidente, quien debería engordar la nómina a perpetuidad, y hasta Morelia
iban a elegir cuál sindicato se cuadraba a sus planes, de tal forma que cuando
llegó el primer alcalde perredista, por su cuenta también formó su sindicatito
hasta completar tres diferentes sindicatos dentro de un pobre y absorbido Ayuntamiento
que desde entonces arrastra con este lastre, donde el sindicalismo pone de
rodillas al alcalde que sigue en el poder con las obligadas concesiones que
anualmente suben en demandas.
Por eso, en este año, un grupo de
ciudadanos hastiados hasta el enfado de lo que acontece en cada administración
municipal decidió elegir al mejor funcionario de esta administración que
demostró haber hecho bien su trabajo, y en la lista hubo dos o tres prospectos,
pero se impuso el nombre de Luis Enrique Echenique, director de la Casa de la
Cultura, dado que en su actuación le dio otro rumbo a la cultura de Huetamo,
trajo obras de teatro, músicos tradicionales, cantantes famosos como Tania
Libertad, consiguió que se declararan patrimonio de la UNESCO a Chema Galván y Evaristo Galarza, a éste
lo propuso al Premio Eréndira y lo logró, después ayudó a que tocara Galarza en
Bellas Artes y lo consiguió, y por si fuera poco, la semana pasada logró ver
coronado su máximo sueño, la gestión de ver concretada la edificación de la
Casa de la Cultura, de la que ya hay un presupuesto de cuatro millones de
pesos, por eso y por mucho más, Quique será el primer funcionario municipal
reconocido por el pueblo. Felicidades Luis Enrique.
Ángel Ramírez Ortuño
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