Tribunal Electoral, dos;
Juan Carlos Orihuela Tello, cero. Aunque se quiera hacer pasar por víctima y
responsabilice a “otros partidos”, lo cierto es que este segundo fallo adverso
que le quitó la candidatura a El Pollo
es resultado de la soberbia de su partido, por la forma tan tosca en la que se
le ungió como abanderado.
La convocatoria y el proceso
de precampaña para los precandidatos fue pura simulación. De entrada, a tres de
los seis que presentaron su solicitud se les quitó del camino con el argumento
de que no cumplieron con los requisitos.
A los otros dos se les reunió
en Morelia y se les ordenó hacerse a un lado porque el candidato era Orihuela
Tello. Les ofrecieron algunas posiciones para que se quedaran tranquilos.
Todo iba bien, cuando Mario
Martínez, uno de los que fueron descalificados al principio, se encontró un
buen abogado e impugnó. Tenía evidencias suficientes porque en la Comisión de
Procesos Internos no se cuidaron las formas.
Así que antes de que se
registrara su candidatura, el abanderado “electo”, Juan Carlos Orihuela, fue
“bajado” de la contienda.
Pese a este fallo del Tribunal
el PRI tuvo la oportunidad de recomponer las cosas y, al menos, guardar las
apariencias, pero no, nuevamente se tomó con ligereza la orden judicial y se
simuló una nueva Convención de Delegados, donde el resultado favoreció al
candidato oficial.
¿Qué pasó? En la “Convención”
no hubo un padrón de delegados real, el voto no era secreto y los árbitros del
proceso obligaban a los participantes a votar por Orihuela.
Lo ocurrido quedó registrado
por un notario. El documento de la sentencia documenta varias irregularidades,
como la intervención de un “miembro de la Mesa Directiva (de la Convención)”,
Ricardo Velázquez.
De acuerdo con acta del
notario público número 168, Velázquez “indicó a dos señoras con atuendo
indígena dónde debían votar, señalando con su dedo índice que marcaran con una
cruz en la boleta al precandidato licenciado Juan Carlos Orihuela Tello” (Sic.).
Mal hecho, no había
necesidad de ensuciar el proceso porque Mario Martínez difícilmente podía ganar
una elección en la que la “línea” estaba ya dada en favor de Orihuela. No
obstante, no se trata de una tragedia, el mismo fallo lleva consigo la
solución: un periodo de cinco días para que se reponga el procedimiento, ahora sí
con voto libre y secreto, sin presiones.
Si la Comisión de Procesos
Internos cuida las formas, podría, finalmente, dejar atrás este capítulo;
entonces el candidato podría concentrarse en realizar una campaña de verdad,
que tanta falta le hace.
La reacción
La reacción de Orihuela
Tello no fue positiva, aprovechó la oportunidad para buscar posicionarse
políticamente, aunque el Tribunal le ordenó suspender la campaña, convirtió la
sentencia en un acto de proselitismo.
Para ello, echó mano, ahora
sí, de los medios de comunicación, de los que se ha escondido a lo largo de su
deslucida campaña. Sacó la cabeza para poner en marcha una elaborada
estrategia.
El punto número uno: culpar
a sus adversarios, decir que “otros partidos” (léase, el PRD) eran los culpables
de la sentencia en su contra. Dos: hacerse la víctima para lograr atraer votos
de lástima, porque es bien sabido que los ciudadanos simpatizan con los
mártires.
Por ello es que en la
entrevista insistía en retratarse como un héroe que siempre se impone ante “la
adversidad”. Tres: darle su repasada a “imposición” que el PRI hizo al ponerle
a la esposa del actual alcalde como regidora. Cuatro: por todo lo anterior,
afirmar que él es la única opción para Zitácuaro.
Así, Orihuela ha intentado
utilizar el fallo adverso para intentar repuntar entre las preferencias del
electorado, lo que en dos semanas de campaña no ha logrado. Veremos en qué
termina este drama que bien podría llamarse “Los dinosaurios también lloran”.
Ricardo Rojas | Zitácuaro
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