En 2015 se cumplen 75 años de la
muerte del glorioso torero mexicano Alberto Balderas, a quien la tauromaquia
nacional bautizó con el mote de El Torero
de México, personaje que naciera en 1910 y que a lo largo de una agitada
vida frente al peligro dentro de los ruedos muriera un día 29 de diciembre de
1940, al momento que le asestara una mortal cornada el toro Cobijero, muriendo a consecuencia de ello.
Enseguida se vivió un largo luto dentro del mundo taurófilo, y dado que por esos
tiempos se terminaba de construir la plaza de toros de Huetamo, por iniciativa del
magnate cervecero local Rufino Castillo Granados, quien escogió unos terrenos
plagados de nopales para tal fin, y luego de despejar ese sitio surgió el
redondel que por mayoría de votos fue bautizado como Plaza de Toros de Huetamo
Alberto Balderas, estructura que poco a poco se convirtió en obra monumental y
el pueblo la consagró como una reliquia arquitectónica intocable.
Frente a las complejidades
políticas y sociales que se vivieron a lo largo de 2014, de pronto un ambicioso
proyecto aprobado para construir un nuevo Centro de Salud, por alguna extraña
propuesta surgida de la mente de algún asesor visionario y tal vez antitaurino,
recomendó que la mejor propuesta para levantar esa construcción sanitaria nada
era mejor que el terreno de la Plaza de Toros del pueblo, y aprobado por el Ayuntamiento
y su Cabildo en pleno, se aceptó la siniestra propuesta, muy a pesar de que con
premura habían sopesado las posibles consecuencias de rechazo de algunos sectores
del pueblo, en especial el de Los Amigos del Caballo, organización a la que
pertenecen el propio gobernador electo de Michoacán, Silvano Aureoles Conejo, y
sus hermanos Antonio, Juan Luis y otros carnales, mientras que los simpatizantes
de las tradiciones y costumbres regionales se sumaron al rechazo de tal
propuesta, y eso los llevó a realizar manifestaciones por las calles montados a
caballo y a reunirse con la alcaldesa Dalia Santana Pineda y su síndico Juan
Carlos Maderos, quienes no cedieron al llamado de ese sector del pueblo.
Por desgracia, en agosto de 2014
los destinos municipales cambiaron de rumbo y ya sin la figura de Santana
Pineda en el poder y con la infortunada designación, allá en el Congreso del
Estado, de Mederos Sánchez como nuevo alcalde, que mucho mejor hubiera
resultado que desde allá se hubiera designado otra opción, siguió la perruna
idea de echar abajo la plaza citada, y hasta se ofreció construir una nueva rumbo
a la salida de Morelia, oferta que también sería desechada por los huetamenses,
dado que tal espacio quedaba retirado de la ciudad, de tal forma que no faltó
el día en que una empresa ingresó al ruedo y sacó muestras de la calidad de la
tierra, ya que ahora sí se levantaría el hospital.
Pasado el tiempo y dada la falta
de respuesta popular frente a la brillante idea municipal, el legendario
inmueble se sostuvo de pie contra viento y marea, aunque sobre él pesaba una
“extraña” recomendación de Protección Civil del Estado, motivo suficiente para
intentar destruir tal reliquia; sin embargo y frente a una inesperada reacción
ciudadana, el alcalde electo de Huetamo, el perredista Elías Ibarra Torres, con
los arrestos que ya se le conocen, como una de sus primeras drásticas medidas
tomó la decisión de recatar ese espacio municipal, aunque para ello debió
llamara cuentas al alcalde en turno, quien al parecer y a regañadientes tuvo
que dar marcha atrás a su orgullo y entregar lo más pronto posible la condenada
obra, la que se anuncia que para septiembre estará lista para las tradicionales
fiestas de septiembre con toros, guananchas y jinetes, pésele a quien le pese.
Ni hablar, con esta primera faena
Ibarra Torres ya cortó orejas y rabo.
Ángel Ramírez Ortuño
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