El tema de la desaparición de
poderes en Michoacán, solicitada por algunos senadores panistas, no deja de ser
charla de café y ante este afán existente por homologar problemáticas y
soluciones, algunos plantean que tal medida pudo aplicarse también a
administraciones municipales que operaron prácticamente en la anarquía.
Para nadie es un secreto que algunas administraciones municipales 2008-2011
fueron prácticamente pueblos sin ley no orden con un evidente dispendio de
recursos en beneficio de unos cuantos.
Venustiano Carranza, Jiquilpan y Marcos Castellanos fueron prueba de ello,
en el caso de Jiquilpan las recurrentes y a veces hasta ocurrentes visitas del
entonces senador de la República y hoy diputado federal Silvano Aureoles
generaron gastos por eventos que difícilmente se habían visto en
administraciones anteriores a lo que se suman proyectos fallidos como La
Venencia Jiquilpense, el parque con lago artificial en el bosque de la ciudad y
otras subidas de temperatura del alcalde Francisco Mora no hicieron sino
generar gastos.
En Venustiano Carranza, la bohemia a la que era tan aficionado el entonces
edil Hugo Mejía Zepeda dejó huella en las arcas municipales además de un manejo
a todas luces desaseado de las finanzas pusieron a esta demarcación en una
recesión tan grave que al final de la administración y por acuerdo de cabildo
se hubieron de rematar hasta los lápices de las oficinas de palacio de gobierno.
La enorme deuda heredada en Marcos Castellanos habla ya de ineficiencia, ya
de la novatez o del dolo del ex edil Erick Chávez quien prácticamente hipotecó
las posibilidades de crecimiento de su municipio.
En los tres casos, el rumbos de las administraciones era claro, la
ciudadanía sabía a dónde se encaminaba el barco sin embargo faltó en estos
lugares que los partidos de oposición a los gobiernos en turno emitieran un
pronunciamiento, un grito de alerta o que al menos instruyeran a sus
representantes en cabildo a no dejar que ocurriera lo que finalmente ocurrió
con estos municipios.
En un acto de egoísmo y de desapego a la ciudadanía, los partidos políticos
dejaron que ocurriera para en el marco de las contiendas electorales salir a
decir “aquellos que gobiernan son los malos” pero existe también el pecado de
omisión; es cierto los tres partidos políticos de los municipios ya citados
pecaron en el manejo de las finanzas y de la administración pública en turno,
pero los partidos de oposición pecaron también al quedarse callados, al no
intervenir, al no actuar ni permitir que sus regidores actuaran en beneficio de
los gobernados.
-José Luis Ceja Guerra-
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