Las
recientes contingencias climatológicas que afectaron a la Ciénega vinieron nada
más a confirmar lo que de sobra sabíamos, que se han juntado el hambre con la
necesidad y ha ocasionado un estanque de aguas podridas.
De manera
clara y tajante, el gerente del Módulo de Riego La Palma señaló que la mayoría
de las inundaciones registradas en esta región se dieron debido al desvío del
Río Sahuayo para poder generar asentamientos humanos, esa declaración fue sólo
la punta del iceberg.
Lo cierto es
que estas aguas podridas son el resultado del hambre, la avaricia y la codicia
de fraccionadores y algunos funcionarios al autorizar fraccionamientos donde no
debió hacerse, y a esto se suman la necesidad, la urgencia de cientos de
familias que buscaban tener un patrimonio.
Casos como
la colonia La Esperanza, en la Tenencia de Francisco Sarabia, que se encuentra
construida en lo que era un caja reguladora de flujo del Río Sahuayo, o el Fraccionamiento
18 de Marzo, ubicado en la zona norte de Jiquilpan y autorizado a construirse sobre
el cauce de un caudaloso arroyo, son muestras palpables de este afán del ser
humano por querer controlar una fuerza inconmensurable y de la soberbia de
quienes gobiernan.
Ejemplos
como estos sobran y están a la vista, en el desvío del Río Sahuayo para poder
fraccionar lo que hoy es el binomio San Miguel-Flamingos, los nuevos fraccionamientos
que se autorizan en el potrero de El Cienal del Ejido Cumuatillo, de Venustiano
Carranza. Así, los asentamientos en las partes bajas son una clara muestra del
contubernio entre fraccionadores y las correspondientes autoridades
municipales.
Aunque usted
no lo crea, la naturaleza es la menos culpable, ella hace lo que tiene que
hacer, la culpa se distribuye de forma equitativa entre fraccionadores,
autoridades locales y los mismos compradores.
Las condiciones
de inundación, riesgo sanitario y miseria que viven ahora los colonos de
Francisco Sarabia, en Jiquilpan, son solamente el resultado de acciones y
mezquindades humanas, la mezquindad de quien les vendió y el gobierno municipal
timorato que no pudo, no supo o no quiso oponerse a esta venta, a sabiendas de
que docenas de familias se fincaban a escasos metros de un endeble borde de
contención y en un lugar diseñado para que este borde descargara en caso de
rompimiento.
Nadie puede
llamarse sorprendido ni tratar de minimizar lo ocurrido, aunque ese sería y
será el procedimiento mediático habitual, hacer un control de daños, pero no
daños materiales, sino los daños mediáticos, que son los que afectan con miras
al próximo escalón político.
Tres
estocadas…
Cuando es
evidente que los demás tienen elementos para desmentir lo que se dice, lo mejor
es quedarse callado, pero parece que nadie le explicó esto al regidor del PRD,
Ulises Lúa, por cierto también presidente del Consejo Político Municipal del
PRD, y es que en la pasada sesión de Cabildo le clavaron tres rejones brutales
al joven político.
Resulta que
el regidor pidió al colegiado que se le informara si había habido afectaciones
a causa de las lluvias registradas, a lo que con campechana franqueza, el
regidor de Protección Civil, Óscar Sánchez, le invitó a llenarse las botas de
barro para constatar las afectaciones.
No contento
con la primera estocada, Lúa Arteaga se quejó de que tras el esfuerzo que
significó la plaza principal, el espacio no era utilizado, a lo que el edil
Álvarez Cortés le invitó a darse una vuelta al centro de la ciudad ya que,
aseveró, al menos tres mil personas se dan cita cada ocho días.
El último se
lo dieron los comuneros de Totolán, quienes después de lo ocurrido con la calle
Matamoros, de plano lo han declarado como un interlocutor carente de valides y
fiabilidad.
La política en la Ciénega | José Luis Ceja Guerra
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