miércoles, 14 de diciembre de 2011

Discurso combativo

La política en Zitácuaro

El discurso combativo del alcalde electo Juan Carlos Campos Ponce no baja de tono. Desde que fue electo ha dejado claro que no será tolerante con la herencia que le deje el todavía presidente Antonio Ixtláhuac Orihuela. ¿Qué podemos esperar?, que las palabras se conviertan en acciones concretas, positivas, no destructivas.
No es nueva la tensión entre ambos políticos. Su relación se ha caracterizado por la dualidad amor-odio. Está claro que ambos sostienen una especie de lucha de poderes, de liderazgos.
Antonio Ixtláhuac y Juan Carlos Campos ,
 respectivamente.
Es justo decir que quien comenzó esta batalla fue Antonio Ixtláhuac, quien quizá veía en Campos Ponce a alguien que podía robarle los reflectores a los que es tan adicto. Y es que ambos comparten casi las mismas características y fines: son políticos, son jóvenes, pertenecen al mismo partido y desean escalar posiciones cada vez más altas.
Hace cuatro años Ixtláhuac, heredero de un ahora renovado grupo político de linaje, estaba en la cúspide del poder municipal, mientras que Campos Ponce estaba por debajo de él. Había ganado su primera elección, sí, pero era simplemente un diputado local. 


Nunca Ixtláhuac quiso compartir el escenario con Campos, con quien la relación siempre fue tirante. Uno de los momentos de más tensión, que dejó en claro el rechazo del alcalde a su “rival” político, fue la fiesta de San Pancho en el 2010.
Siempre acostumbrado a llegar tarde y que toda la gente le espere pacientemente, el alcalde desesperó a las autoridades de la tenencia de San Francisco Coatepec. Así que decidieron comenzar su desfile sin Ixtláhuac, pero con el diputado Campos a la cabeza, quien había llegado puntual.
El presidente fue avisado de esta “falta de respeto” vía telefónica y ya no llegó. Más aún, ordenó el retiro de sus funcionarios que ya se encontraban en San Pancho, así como de los apoyos que había entregado para hacer el evento. La molestia no fue que el desfile comenzó sin él, sino que el diputado había ocupado su “lugar de honor”.
Con el tiempo Ixtláhuac se vio obligado a mostrarse más tolerante, al paso de los meses compartió algunos desfiles con Campos Ponce. Entonces, en el mes de septiembre pasado, sucedió lo impensable: ambos hicieron una alianza política.
Y es que el alcalde se dio cuenta de que su administración estaba a punto de terminar y vio en la alianza con Campos, quien aspiraba a la candidatura, la forma de conservar algunos puestos claves en el futuro gobierno municipal. Entre ellos la sindicatura o una regiduría para su hermana.
Así se hizo, contra toda lógica política. Pero no duró mucho. Campos se dio cuenta de que había cometido un gran error y, como se dice comúnmente, “se echó para atrás”. Entonces el viejo odio de Ixtláhuac se avivó con más fuerza.
Lo que ocurrió es del conocimiento público: el alcalde intentó boicotear por todos los medios (incluida la deslucida alianza con el Partido Verde Ecologista) al candidato de su partido. Su intención era ver perder a su viejo rival para humillarlo.
Pero no lo logró. Muy a pesar del todavía alcalde, Campos ganó la elección y en poco más de 20 días ocupará su lugar. La correlación de fuerzas se invirtió: ahora su rival detentará el poder municipal y él, ya venido a menos y desgastado, será candidato a diputado, en el mejor de los casos.
Obvio, la respuesta del alcalde electo no se ha dejado esperar: ha señalado que no tolerará que le hereden irregularidades. Esta semana, incluso, criticó el que el cabildo haya autorizado el programa de pago anticipado del agua y el predial. Se trata, señala, de recaudar y gastar dinero que -señala- le pertenecería ya a él.
En qué terminará esta disputa. No sabemos. Pero ojalá y sea para bien, por ejemplo, que se convierta en una competencia de quién puede ser mejor gobernante del municipio, y no sea simplemente una guerra de egos…
Ricardo Rojas | Zitácuaro

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